lunes, 6 de febrero de 2012

La fé nos salvará


Domingo frío, y mucho frío también en la colina del Sacromonte; romería en honor a San Cecilio, Patrón de la ciudad de Granada, romeros embozados en abrigos buscanco el ausente calor del sol de la mañana y la amigable y cercana calidez del mosto; "fieles" al Patrón y a las saladillas se mezclan con algunos "infieles" al arzobispo de Granada, Francisco Javier Martínez, al oírle mencionar en su homilía a España calificándola de llena de subsidiados y funcionarios y recomendando a todo parado que se mueva para encontrar trabajo y que busque la manera de salir de esa situación.

Lo de "funcionarios", quizá lo decía por él mismo, ¿o es que la Iglesia no hace llamar "ministros de Dios" a todo cura, sacerdote, obispo, arzobispo o papa que la representa?; pues no hay mayor funcionario que un ministro, aunque también lo son los profesores de la Enseñanza Pública, los Médicos de la Seguridad Social y los miembros de la Seguridad del Estado, pero está claro que él, a diferencia de los anteriores, no enseña nada y ni siquiera llega a pretenderlo, tampoco es capaz de sanar o aliviar la enfermedad a un paciente a pesar de ser "cura", y no digamos ya acerca de velar por el cumplimiento de la Ley porque se puede asegurar que él es incapaz de velar por cumplir la propia ley divina por la que dicen regirse los de su especie. Así que...

Por tanto, el señor arzobispo, al hablar de funcionarios debía de cuadrarse y mostrar respeto ante unos empleados públicos que, casi todos y casi todos los días, le dan a él mil lecciones cuando se trata de servir al ciudadano y de estar al servicio de la Sociedad a la que representan.

Lo de "subsidiados", tiene poco que decir de casi todos ellos, poco o nada, porque bastante tiene todo aquel que recibe justamente una ayuda o un subsidio en intentar recibir eso con la mayor dignidad y vergüenza posibles, y en no sentir que se le está ofreciendo una limosna como pago en forma de contrapartida por la parte proporcional, que él aportó con la merma correspondiente de su sueldo mientras trabajaba, y que legítimamente le toca recibir ahora.
Señor arzobispo, cuando hable de subsidiados, arrodíllese primero ante ellos y limpiese la boca con agua oxigenada, aguarrás, lejía o agua bendita; no nos vaya a salpicar con su veneno al hablar. Y mírese la viga en su ojo, que en este país no hay mayor subsididada que su Iglesia que recibe muchos millones de euros de ayuda pública de la que sale del fondo de nuestros bolsillos con las aportaciones y los impuestos que pagamos, y sí, también de los de esos subsidiados que usted desprecia. Dedique esos millones a ayudar de verdad a todo aquel que lo necesita o a proporcionar el trabajo necesario a todos esos que no lo pueden conseguir apelando sólo a la "Fé en Dios", esa que ustedes dicen que es la que nos va a solucionar el problema del paro.

Puta vergüenza de país éste, de sus habitantes medio adormilados y puta vergüenza de la Iglesia y de casi todos sus "ministros" que se amparan en ella.

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